sábado, 29 de marzo de 2014

De viaje a Sudáfrica

F. Pickford Marriott (1860-1941) fue un artista británico seguidor del Art Nouveau. Este ex-libris de 1903 está diseñado para la biblioteca pública de la ciudad sudafricana de Port Elizabeth. Como no podía ser de otra forma el marco, algo desplazado hacia arriba, lo forman una maraña de figuras entrelazadas que nos pueden recordar ramas y hojas de árboles desconocidos. El motivo central no es otro que una carabela de tres mástiles y velas cuadradas que al atardecer de un día borrascoso se acerca a un puerto que suponemos no debe ser el de la ciudad africana, ya que ésta se fundó en 1820 y este tipo de embarcaciones navegaron en los siglos XV y XVI. De todas formas podemos sospechar que la imagen representa el día en que marineros portugueses, una vez pasado el Cabo de Buena Esperanza, avistaron y recorrieron las costas bañadas por el Océano Índico, más concretamente la bahía de Algoa donde trescientos años más tarde se abriría una biblioteca pública que usaría el ex-libris de la imagen.

Una R flamenca

Otro ejemplo de letras de Art Nouveau. En esta ocasión el alfabeto está formado por distintas figuras de flamencos rosados. La disposición de las alas, las patas y, sobre todo, el cuello permite crear la figura de las letras. Nuestra R aunque a primera vista nos cuesta reconocerla no es, sin embargo, de las más dificultosas. Alargando la pata izquierda como para tomar impulso en una posible huida y con la cabeza girada hacia atrás, avizorando probables enemigos, nuestro flamenco nos confirma que está resuelto a desaparecer en cualquier momento. 


domingo, 23 de marzo de 2014

Opiniones de Borges

Posiblemente en los últimos doscientos años no ha habido dos escritores más ocurrentes que Óscar Wilde y Jorge Luis Borges. Sus opiniones no dejan a nadie indiferente, la facilidad para asombrar, la rapidez en el análisis y la impecable expresión hacen de sus aseveraciones relámpagos que iluminan y alegran la monotonía de la noche. No hace falta estar de acuerdo, ni siquiera compartir remotamente su ideario. Borges tenía una cultura enciclopédica y una elegancia en el decir que más parecía un hombre fuera del tiempo que el escritor que ha marcado la literatura en castellano del siglo pasado. Estaba más interesado por las sagas islandesas o la literatura medieval germánica que por los avatares de su época. El también porteño Blas Matamoros ha recopilado de su obra y de las múltiples entrevistas que le han realizado una especie de colección de aforismos donde el escritor nos da su opinión sobre los temas que han marcado su vida. Pero no debemos hacer mucho caso de algunas afirmaciones categóricas del maestro. Borges siempre ha estado más interesado por la perfección en el enunciado que por la verdad del discurso. Obligado a opinar sobre variadísimos temas, el escritor argentino se esmera en que la respuesta nos deslumbre, que olvidemos lo que nos dice y nos fijemos en la elegancia de la contestación. Lo importante son las palabras, cómo las encadena, qué sorpresa nos depara, qué desconcierto nos provoca. No pretende engañarnos sino regalarnos una nueva manera de ver las cosas, jugar con la paradoja, disfrutar de lo inesperado. Así ha logrado forjar un estilo inconfundible e inimitable. Argentina y los argentinos, Buenos Aires, los escritores, la filosofía, Islandia, el idioma, los libros, el Premio Nobel, la religión o el tango son temas que le han sido gratos. Aquí dejamos algunos ejemplos que tratan de sí mismo.


Después de medio siglo de vida literaria, lo único que he logrado es que la gente me reconozca por la calle, os sea lo que nunca me había propuesto.

A los setenta y seis años recuperé parte de mi vista y volví a contemplar el rostro de una hermosa amiga de mi juventud. Comprendí que eran preferibles las tinieblas.

No bebo, no fumo, como poco. Mis únicos vicios son leer la Enciclopedia Británica y no leer a Enrique Larreta.

Cuando escribo no pienso nunca en los lectores. Salvo en el sentido de no presentarles dificultades.

Me gustan los juegos solitarios: el ajedrez, la equitación, la natación. Detesto los deportes masivos como el fútbol y el cóctel.

La ceguera gradual no es trágica. Es como un lento atardecer de verano.

Soy un hombre de ciudad, de barrio, de calles: los tranvías lejanos me ayudan a la tristeza con esa queja larga que sueltan en las tardes.

He cometido el peor pecado que un hombre pueda cometer. No he sido feliz. Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías.

No me interesa en absoluto el juicio de la posteridad. Espero ser olvidado definitivamente.

Algunos críticos malintencionados dicen que soy demasiado inteligente y muy culto. Nadie lo es.

Dicen que he influido en Cortázar. No seamos tan pesimistas. Sus cuentos, que no he leído, han de ser mejores que los míos.

Ficciones y El Aleph son mis mejores libros. El sur, mi mejor cuento. El Golem, mi mejor poema.

No me dan el Premio Nobel porque en Suecia sigue habiendo gente sensata. Seguiré siendo el futuro Premio Nobel, aunque desde el momento en que nací he dejado de ganarlo.


(Blas Matamoro, Diccionario privado de Jorge Luis Borges; Madrid, Altalena, 1979)

Refranes del Bierzo

El berciano es un dialecto, entre castellano y gallego, que se habla en la comarca del Bierzo. Como en toda lengua los refranes son parte fundamental de su identidad. No hay cultura, y por lo tanto lengua, que no recoja y transmita las expresiones populares que a lo largo de los siglos ha ido configurando. Son manifestaciones de sus experiencias, de sus conocimientos y de su manera de ver el mundo. Entre la seriedad del consejo y la rechifla de la ocurrencia y la socarronería los dichos pasan de generación en generación utilizando siempre el idioma materno, compartiendo y traduciendo, si es necesario, lo que los pueblos limítrofes les ofrece y sienten como común. Muchos de los refranes bercianos se encuentran en los refraneros gallegos y castellanos, pero es en la expresión dialectal donde tienen sentido para los pobladores del Bierzo. Santiago Castelao Doñeiro publicó una antología en el año 1991 y de ella entresacamos los siguientes.


Ay muitas mulleres que celebran antes a Pascua que o domingo de Ramos.

Amistades con curas y praos junto al río, tirulirum.

As penas non matan, pero axudan a morrer.

A virgo perdido nunca lle falta marido.

Beata de condición, la cara santina y el rabo ladrón.

Cando chove e fai sol vai o demo pra Ferrol.

Casa sin muller e barca sin timón, a mesma cousa son.

Cando se comen os touciños, cantan padres e cantan fillos; cando toca a pagalos, todos son a choralos.

Debaixo da manta, nin a hermosa asombra nin a fea espanta.

Fillo eres, pai serás, según o fixeches, aisí cho farán.

Gato con fame, berzas come.

Los páxaros te dirán, cando na sazón as frutas están.


(Santiago Castelao Doñeiro, Refranero berciano, Madrid, Ediciones Lancia, 1991)

domingo, 16 de marzo de 2014

Sonata para violín de Beethoven

Si el piano es considerado como el instrumento más completo, el violín es sin duda el rey de la orquesta. Cuando ambos instrumentos caen en las manos de un maestro como Beethoven (1770-1827) la combinación no puede ser menos que deslumbrante. Entre 1797 y 1798 el compositor alemán dedicó a Antonio Salieri la sonata nº 2 para violín y piano en la mayor (opus 12). Más cercana al clasicismo que al romanticismo esta sonata nos muestra una de las grandes aportaciones del maestro: el desarrollo de los temas, creando combinaciones, variaciones y retornos que en su disposición nunca resultan reiterativos ni monótonos; antes al contrario, nuestra mente busca de nuevo los temas, ansía su reaparición, adelantamos el placer y nos dejamos llevar por la melodía esperada. A pesar del desgarro que muchas de sus obras nos muestra, en ocasiones, como en este primer movimiento, su música desborda alegría, se reconcilia con la naturaleza y todo deviene en juego y danza. La interpretación se debe a la pianista argentina Martha Argerich y al violinista letón Gidon Kremer.



 

domingo, 9 de marzo de 2014

Las chicas de campo de Edna O'Brien.

En 1960 la escritora irlandesa Edna O'Brien (1932) publicó su primer libro con el título de Las chicas de campo. Una obra prima que sorprende por la maestría de su escritura y la arrebatadora historia que nos cuenta. Caithleen y Baba son dos niñas que asisten a la misma escuela de una aldea irlandesa. Su relación se sucederá hasta que desembarquen en Dublín, ya jóvenes, después de haber sido expulsadas de un internado de religiosas católicas. La obra camina entre lo alegre y lo doloroso ofreciéndonos una imagen real de lo que era la sociedad irlandesa de mediados del siglo pasado, sobre todo del papel que la mujer empieza a tomar, rompiendo con los estrechos límites que hasta entonces les estaban asignados. La novela, que fue quemada públicamente por el párroco de su aldea, es una delicia. Después de más de cincuenta años sigue teniendo una frescura y una cercanía que sólo las grandes obras son capaces de mantener. La autora nos transmite un profundo conocimiento y amor por unos personajes con los que sentimos y reímos a un tiempo: la madre siempre presente; el padre despreciado y despreciable; Martha, madre de Baba, soñadora y temerosa del paso del tiempo; Gentleman, la representación del amor; Hickey, el abnegado trabajador de la finca; el tendero, las monjas, la casera, los ricos en busca de aventuras..., todos se incorporan al universo del lector para enriquecerlo. El texto es de una frescura asombrosa, escrito en primera persona sentimos como si sentados frente a Caithleen, ésta nos estuviera contando, reposadamente, su vida, entreteniéndose en reproducirnos unos diálogos ágiles y veraces y unas descripciones comedidas, certeras y siempre oportunas. Sólo hay una cosa que lamentar, la escasa publicación de sus obras en castellano; esperemos que el éxito, merecido, de esta novela convenza a editores de lo urgente que es remediar ésta imperdonable situación.

(Edna O'Brien, Las chicas de campo, Trad. Regina López  Muñoz, Madrid, Errata Naturae, 2013).

Malas Notas 50

Cuando visitamos a nuestros muertos, año tras año, sentimos que cada vez estamos más alejados cuando, en verdad, lo que estamos es más próximos.

No todos estamos capacitados para descubrir, pero tenemos la obligación de entender.

No hay peor castigo que el remordimiento.

Antes de que naciera el Marqués de Sade ya habían gustos que merecían palos.

Si los deseos no se pueden controlar y sus satisfacción está fuera de nuestro alcance, quién nos hace sentir la culpa.