sábado, 16 de noviembre de 2013

¡Ay quién pudiera!

Envidia. Sí, envidia de Ernest Brown. No se puede sentir otra cosa por este señor del que desconocemos todo salvo el apacible rincón donde se delecta con sus libros y estampas. Una pequeña biblioteca, sólo unas decenas de libros, donde encontramos sus autores queridos siempre dispuestos a ser releídos (hace años que los ha leído todos); reproducciones de cuadros, guardadas en una carpeta, que admira de cuando en cuando y cuelga de las paredes; un pequeño escritorio donde, si fuera necesario, tomar alguna nota o escribir una reflexión para después, quizá, destruirla. Y todo siglos ha, lejos de este tiempo tan descorazonador.
El ilustrador es Hugh Thomson (1860-1920) artista irlandés que se trasladó a Londres para desarrollar su carrera cerca de los grandes museos donde inspirarse. Fue muy conocido por las ilustraciones de los libros de Shakespeare, Austen o Dickens.



Malas Notas 48

En los sueños somos verdaderos dioses, hasta hacemos resucitar a los muertos.

Los cuadros de Edward Hopper son todos literatura. Tanto los personajes como los edificios esconden una historia, son escenas que sugieren situaciones enmarcadas, instantáneas con un antes y un después. Y como en la buena literatura sus personajes son seres solitarios, silenciosos, cuya única recompensa la obtienen de los rayos del sol.

Igual que en la naturaleza hay que aprender a mirar para distinguir un ave, reconocer un árbol o diferenciar los suelos; en la vida también hay que aprender a verla para descubrir la bondad y la inteligencia, desenmascarar la mentira o apiadarse del dolor y la pena.

En los viajes siempre siento asombro ante los caprichos y combinaciones de la naturaleza y admiración por las habilidades de los hombres.