domingo, 27 de enero de 2013

Deprisa, deprisa de Javier Cercas

En el verano del 78 el Zarco, la Tere y el Gafitas forman parte de una banda de delincuentes juveniles que actúa en Gerona. Durante ese verano, y liderados por el Zarco, asaltan casa, pegan tirones y hasta llegan a asaltar algunos bancos. El Gafitas es el único que pertenece a una clase media y estudia en un colegio religioso. Sin embargo al final del verano y en el intento de asalto a una sucursal bancaria la banda es desmantelada: el Zarco y otros dos compinches son detenidos, la Tere desaparece y el Gafitas consigue escapar incorporándose a la vida que llevaba antes de unirse a la banda. Treinta años más tarde un escritor quiere reconstruir la vida de el Zarco, el quinqui más famoso de España. Para ello se pondrá en contacto con el Gafitas, transformado en un abogado de éxito, el policía que lo detuvo en aquel asalto y el director de la prisión de Gerona donde el Zarco pasa algunos periodos de reclusión. Javier Cercas divide su novela Las leyes de la frontera en dos grandes bloques y un epílogo. En la primera parte nos cuenta, a través del Gafitas y el policía, la historia de aquel lejano verano; en la segunda, de boca del Gafitas y del director de la cárcel, el reencuentro de los tres protagonistas en 1999 y las relaciones que establecen hasta la muerte de el Zarco. Si en la primera parte el autor ya va mostrando las cartas que juega es en la segunda cuando todo queda más explícito, no importa tanto qué es lo que ocurrió antaño y qué sucede con el reencuentro sino la necesidad de explicar y entender qué y por qué pasó. No es sólo que los distintos puntos de vista de los entrevistados nos ofrezcan opiniones distintas, es que ellos mismos no están muy seguros e indagan las razones, el origen y las consecuencias de sus actos. Es pues una novela donde los sucesos, aunque siempre están presentes, no es lo sustancial sino la necesidad de los personajes por saber lo qué hicieron y por qué lo hicieron. Javier Cercas consigue que entendamos la derrota de sus personajes, pero como ellos, sin el convencimiento, sin la seguridad, sino como una posibilidad entre muchas posibles. En este sentido es una novela muy lograda, conforme nos acercamos al final el clímax aumenta poderosamente a la vez que cada vez tenemos menos seguridad en la verdad de lo que cuentan. ¿Será también una historia de amor? Eso lo dejo para que cada uno lo entienda o interprete a su modo. Feliz lectura.

(Javier Cercas, Las leyes de la frontera, Mondadori, Barcelona, 2012)

sábado, 19 de enero de 2013

Una R tosca

Ya he comentado mi gusto por los grabados de madera. Esta R es sin duda uno de ellos. La madera ha sido un ser vivo y como tal impredecible. Lo que fueran sus anillos de crecimiento pueden ser cortados paralela o perpendicularmente produciendo un corte más o menos limpio. Las gubias y buriles, perfectamente afilados, atacan la madera, socavan su superficie y dibujan los motivos. No olvidemos que vamos a esculpir lo que no se va a ver, que trabajamos para lo blanco y no tocamos lo que la tinta nos presentará. No todas la maderas son iguales y las líneas si son muy finas se pueden quebrar, por tanto trabajamos con cuidado pero sabiendo que la imperfección estará presente y que una lupa mostrará nuestro desacierto. Frente al grabado en metal las madera siempre nos habla de su artesano, de un ser que no llegó a ser artista pero nos hace disfrutar tanto o más por su desinteresada dedicación. Un hurra por lo bellamente tosco.



Malas Notas 36

Ni siempre se escribe cuando se tiene algo que decir; ni cuando se tiene algo que decir siempre se escribe.

El crítico sabe que cualquier texto leído con desgana puede parecer ridículo.

¿Cuál sería hoy el sí de las niñas?

Hay personas con las que al cruzarnos nos fijamos en cómo van vestidas; a otras, sin embargo, le miramos directamente a la cara. Mientras que con las primeras necesitamos ver su cara para hacernos una idea, de las segundas no nos importa para nada su indumentaria.

La muerte en cualquiera de sus apariciones es siempre inesperada y, por supuesto, inoportuna.

Un movimiento imprescindible

Edward Elgar (1857-1934) fue un compositor inglés que nos dejó un concierto para violonchelo que ha pasado a la historia de la música. Jacqueline du Pré (1945-1987) fue la interprete que lo puso a la altura que se merecía.
Elgar fue un compositor autodidacta con influencia de Brahms y Wagner que destacó con las variaciones Enigma y varios oratorios. En 1919, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial , escribió el Concierto para Violonchelo en Mi Menor, Op. 85, estrenándose ese mismo año y dirigido por él con un fracaso estrepitoso. Es una obra de madurez, Elgar contaba ya con 61 años, y en ella se deja ver una cierta desilusión y una tristeza que contrasta con el mundo feliz tras el final de la guerra. Tal vez los problemas de salud que arrastraba influyó en el tono a veces elegíaco, más próximo al recuerdo doloroso y a la muerte que  al triunfo y a la victoria.
Jacqueline du Pré con sólo 20 años grabó con la Orquesta Sinfónica de Londres y bajo la dirección de John Barbirolli el Concierto para violonchelo; esta grabación está considerada por los críticos como la mejor realizada hasta el momento y corre la leyenda que más de un solista se niega a tocarla por las posibles comparaciones. La interpretación de du Pré es realmente arrebatadora, se hace difícil olvidar un sonido tan limpio y sugerente. Es un milagro que una joven tan llena de vitalidad fuera capaz de interpretar una obra tan trascendente. Pero su vida estaba reservada para la enfermedad, el dolor y la muerte. Con 28 años se le diagnosticó esclerosis múltiple y con 42 fallecía en Londres.
Vamos a escuchar el primer movimiento (adagio-moderato) donde contrasta la melancolía del chelo con la serenidad de la orquesta, la voluntad inquebrantable del instrumento frente al resto de la orquesta, la obstinación y la fidelidad a sus sentimientos.
Hemos escogido la grabación que hizo con su marido Daniel Barenboim en 1967 porque es un verdadero espectáculo ver a Jacqueline du Pré interpretando esta obra, aunque seguimos recomendando la que hemos comentado con anterioridad. Ésta acaba de volverse a editar por Emi en una caja con los 17 CD que grabó para el sello discográfico.


domingo, 13 de enero de 2013

Un narrador perfecto

Con Verano y amor (escrito en 2009 y publicado en España dos años más tarde) el escritor irlandés William Trevor tuvo un éxito en nuestro país que antes se le había negado. Con ochenta y un años nos ofrecía un relato lleno de sabiduría, sensibilidad y buen oficio. Salamandra, la editorial que antes ya había publicado otra de sus novelas, rescata y nos regala Una relación perfecta, doce relatos publicados en 2007. Decir que Trevor es uno de los grandes narradores ya no es nuevo en España y que sus cuentos se encuentran a la altura del gran maestro Chejov o de la no menos reconocida Alice Munro tampoco resulta extraño. En estos doce cuentos nos ofrece un mosaico de posibles situaciones triviales que devienen en conflictos y desgracias. Una relación trágica e inexcusable que provoca un accidente, el chantaje a un sacerdote que desencadena un miedo y una culpa de la que no se es responsable, un viaje a Venecia para entablar una conversación imposible, la muerte gratuita y el equívoco que la justifica, el paréntesis en una relación (perfecta?) que se instala en un futuro ya siempre imperfecto; son algunos de los temas que se abordan en este libro. Su estilo es limpio y minucioso, todo lo que se describe y cuenta es importante a pesar de la trivialidad aparente; poco a poco y en pequeñas pinceladas nos va pintando el cuadro, aclarando hechos del pasado que nos permite entender el presente. Todos los relatos tienen un desasosiego común, el que nos asalta cuando profundizamos en una realidad adversa.
Quisiera llamar la atención también sobre un relato extenso de Trevor que en 1988 editó Edhasa, Noches en el Alexandra. Nos cuenta la historia de Harry, un muchacho irlandés que entabla relación con un matrimonio, él alemán y ella inglesa, que se instala en su pueblo durante la Segunda Guerra Mundial. Esta nueva relación le hará descubrir la ruindad y la incomprensión de su familia y sus vecinos. Sin embargo su vida cambiará de tal manera que ya nunca será igual y a sus cincuenta y ocho años, soltero y sin descendencia, seguirá viviendo en los recuerdos de aquella relación. Propietario de un cine, el Alexandra, que ya no es cine y que recibió como regalo de su pareja de amigos reconoce que: El destino ha hecho de mí el espectro de un entreacto..., un espectro que todos quisiéramos ser.
William Trevor no ha tenido hasta ahora una buena difusión en nuestro país, su obra se ha publicado en demasiadas editoriales y sin continuidad, Edhasa, Alianza, Siruela, Anaya & Mario Muchnik y finalmente Salamandra. Esperemos que a partir de ahora se rescaten sus libros ya descatalogados y nos brinden nuevos títulos, por el bien de la literatura de los lectores.

(William Trevor, Una relación perfecta, Salamandra, 2012; Noches en el Alexandra, Edhasa, 1988)