domingo, 27 de mayo de 2012

Malas Notas 26

Cuando una mente se rompe su imagen del mundo se quiebra, y los demás no podemos siquiera imaginar cómo es lo nuevo que ve.

¿Para qué levantáis los muros si al fin, el tiempo o los hombres los derribarán y entonces sólo serán testimonio de vuestras vergüenzas?

Las torres de las iglesias y mezquitas no apuntan al cielo invocando a Dios, sino señalando al culpable de nuestro abandono.

Una fotografía no sólo tiene que mostrarnos el instante, debe interesarnos por el pasado e invitarnos al futuro.

La palabra y el cuerpo son formas de comunicación que no siendo, necesariamente, incompatibles si son, normalmente, contrapuestas. El cuerpo desprecia la palabra por prescindible, mientras que la palabra sabe que tiene que ocultar una carencia.

Refranes sobre el dolor

El refranero es tan amplio y abarca tanta facetas de la vida que no es extraño encontrar monografías donde se recogen y comentan distintos aspectos de la humanidad. Josep-Eladi Baños y Elena Guardiola han publicado un libro sobre el tratamiento que el saber popular, en forma de refranes, ha dado al dolor. De entre los más de 700 refranes que componen su libro vamos a seleccionar algunos que se refieren a los dolores en el ámbito familiar. Veremos cómo sufren los esposos ante el fallecimiento de uno de ellos, las relaciones con los hijos y las opiniones sobre la familia política. Juzguen y vean si todo es tan doloroso.

No hay sábado sin sol, ni doncella sin amor, ni casada sin dolor, ni viuda sin pretensión.

Hijo sin dolor, madre sin amor.

Dolor de codo y dolor de marido, no es llegado cuando se ha ido.

Dolor de esposo, dolor de codo, duele mucho y dura poco.

Cuando el pie, cuando la oreja, a mi marido nunca le falta queja.

Muerte de suegra, dolor de nuera; no por dentro, sino por fuera.

Dolor de esposa muerta dura hasta la puerta.

Dolor de viudo, corto y agudo.

Dolor de viuda, poco dura.

La coz de la yegua no hace mal al potro.

Hijos chicos, chicos dolorcillos; hijos mayores, grandes dolores.

Hijos criados, duelos doblados.

¡Qué dolor de madre: tres hijas, y las cuatro putas!


( Baños, Josep-Eladi, Guardiola, Elena; Dolor y refranes; Madrid, Noesis, 2001).

domingo, 20 de mayo de 2012

Por qué, qué y cómo se escribe según Carlos Pujol

Los aforismos que tienen como tema la propia escritura no pueden faltar en ninguna colección que se precie. Todo escritor necesita en algún momento poner por escrito lo que le fuerza a escribir. No son tanto recomendaciones como explicaciones que se deben a sí mismos. Carlos Pujol publicó en 1988 noventa y nueve aforismos que había escrito cuatro años antes cuando estaba en el proceso, no muy satisfactorio según nos cuenta, de construcción de una novela. A la certeza de sus pensamientos hay que añadir  la belleza de la edición por lo que no me resisto a presentar también la portada.




Escribimos lo que dicen las palabras.

Solo existe un buen método, el indirecto. Decir las cosas cara a cara es el suicidio del escritor.

La traducción como gimnasia del escritor, el puro ejercicio de las palabras que hace ser más humildes y exactos.

Dos formas de subvertir la realidad: la poesía y el humor.

La literatura como juego o fantasía que transparente lo que sin ella sería invisible.

Dejar las cosas a medio decir, nunca aplastar al que lee con una explicación o descripción completas.

Al escribir iluminamos y oscurecemos a la vez.

Nuestra verdad no lo es del todo hasta que no encontramos las palabras exactas para decirla.

No se puede escribir sobre lo que se está viendo, sólo sobre lo que se recuerda o se sueña.

No hay que ser comprensivo o tolerante con lo que uno mismo escribe.

La literatura es o debería ser un arte, pero tiene también una función secundaria asistencial: consuela de la vida, primero al autor y luego a los lectores.

Escribir, verbo reflexivo.

Escribiendo siempre nos quedamos a medio camino y el lector ha de recorrer el otro medio.


(Carlos Pujol, Cuaderno de escritura, Pamplona, Pamiela, 1988).


Otra incógnita

¿Pero quién es Karel Gemmerle? ¿El noble propietario de esta magnífica fortaleza o el guardabosques que se oculta entre los abetos? ¿El arquitecto que sueña con un encargo imposible o el pintor que escalona techumbres asombrosas? ¿El turista que descubre al fin el ansiado paisaje o el que colecciona postales de los atardeceres? ¿El escritor que imagina castillos inexpugnables o el lector de hazañas nacionales? ¿O acaso es una mujer dichosa de poseer en 1917 un ex-libris del cotizado Otakar Stafl con el que señalar la propiedad de su amada biblioteca?



sábado, 19 de mayo de 2012

Un escritor para el imperio austrohúngaro

Todo imperio necesita un escritor, pero no para que cuente sus excelencias sino para que nos muestre sus miserias en los momento de agonía y destrucción. El imperio de Austria y Hungría tuvo la suerte, y nosotros con él, de contar con Joseph Roth como notario. Si en La marcha Radetzky nos habla de la caída del imperio desde la visión de tres generaciones de la familia Trotta, ennoblecida por el servicio prestado por el abuelo al emperador, en La Cripta de los Capuchinos recurre a otra rama, ésta más humilde, de la misma familia para mostrarnos la irremediable desaparición de un mundo que ya estaba fuera de la historia. No pensemos que estos libros son novela histórica como en algún caso se ha dicho, su factura transciende el género al deambular por una sociedad en descomposición, con normas y leyes que se vuelven en poco tiempo anacrónicas y con ideas que los protagonistas defienden faltos de toda convicción. Y todo ello con la prosa de uno de los más grandes escritores del siglo. Quiero destacar la facilidad con que Roth nos propone comparaciones y similitudes que enriquecen y llenan de matices las situaciones que va narrando. Se podría hacer todo un inventario para el disfrute y la enseñanza de los nuevos escritores. Aquí queda un ejemplo, elegido al azar, de su arte: "También me gustaba la mujer de mi amigo Manes Reisiger, aunque vulgarmente hablando se podría catalogar como fea, ya que era pelirroja y pecosa y tenía el aspecto de un bollo que ha subido demasiado..."

(Joseph Roth, La marcha Radetzky, Barcelona, Edhasa, 2011; La Cripta de los Capuchinos, Barcelona, Acantilado, 2008)